Soy Lucila.

Una vez fui la niña que dudó de su propia voz.
La niña —y después la adolescente— que creyó que no iba a poder, que pensó que no era capaz, que sintió que no podía hablar… incluso que no podía caminar.

(Y esto es real: cuando era chiquita, ya caminaba, y un día dejé de hacerlo. Me hicieron estudios y no encontraban nada. Tardé meses en volver a caminar. Hoy sé que esa memoria vive en mí como recordatorio de todo lo que puede renacer.)

Fui la mujer que buscó ayuda.
La que se animó a alzar la voz en entornos injustos.
La que lo dejó todo para viajar sin red, cambió de piel mil veces y aprendió a sostenerse en su adulta.

Fui también la que se animó a subir sus precios.
La que dejó de sostener lo que la ahogaba.
La que honró su valor.

Trabajo con mujeres sensibles, profundas y valientes.

Mujeres que están listas para sostener su siguiente nivel de expansión sin sacrificarse y sin cargar solas.

Acompaño a quienes saben que su poder está dentro — pero quieren ordenarlo, encarnarlo y expresarlo sin tragarse lo que no les corresponde.

Creo espacios donde la verdad se honra.

Donde lo que duele se convierte en raíz, y esa raíz… en expansión.